Nació un día caluroso de verano. Claudia miraba aquel ser que se retorcía y lloraba hasta que su madre la cogía y le daba de comer. Aquella cosa pequeñita de la que le habían avisado que tendría que querer y cuidar mucho. Le habían dicho que jugaría mucho con ella, pero, ¿Como iba a jugar con eso? Casi no la dejaban cogerla.
La sentaban en un sofá rodeada de cojines y le ponían a su hermanita encima, mientras miles de manos de adultos la acechaban, y los flashes de las cámaras la dejaban ciega. Antes de verle la cara a su hermana ya se la habían quitado de encima. ¿A qué iba a poder jugar con ella?
De vez en cuando se asomaba a mirarla como dormía en la cuna, quería despertarla, se pasaba el día entero durmiendo. Vaya aburrimiento. Pero un día que estaba asomada a la cuna, vio como su pequeña hermana le sonreía. La miraba a ella, le había dado una sonrisa. Eso significaba que le gustaba.
Desde ese momento decidió que cuidaría de esa cosita pequeña. Conforme iba creciendo, Claudia se daba cuenta de que su hermanita la seguía con la mirada cada vez que la veía, a ella le dedicaba sus risas más sonoras, y con ella era con la que jugaba. Cuando empezó a andar, su hermana la seguía a todas partes. Al principio le gustaba, porque era su hermana pequeña y ella quería estar con ella todo el día. Pero poco poco su hermanita empezó a quitarle los juguetes, y no le dejaba los suyos.
Así que empezaron las peleas, los años pasaban y las peleas eran por cosas más grandes. Por la ropa, además de por los juguetes, y por cosas que para ellas en ese momento eran muy importantes. Pero con su hermana pasaba los mejores momentos: se reían juntas de secretos compartidos, inventaban juegos, bailaban y cantaban las canciones de moda, se disfrazaban con cualquier cosa que encontraban por casa, se enfadaban con el resto del mundo juntas y se encerraban en su universo personal.
Crecieron, compartieron confidencias, sufrieron y disfrutaron juntas, durante sus vidas se pelearon una y otra vez, como cuando eran pequeñas, pero también se perdonaron una y otra vez. Sabían que eran hermanas, amigas y enemigas, dos mujeres hechas una, con sus diferencias y con similitudes. Con una sola mirada y ya eran una.
Con el tiempo su hermana le dio lo más hermoso que le habían dado en su vida: tres sobrinos preciosos, tres pequeñas personitas que cuidó como había cuidado de su hermana, y les enseñó lo bonito de tener hermanos, les enseñó todo lo que le habían enseñado a ella, a cuidarse los unos a los otros. Y sobre todo jugó con ellos como lo había hecho con su hermana. Porque al fin y al cabo ellos eran parte de sí misma.
Qué bonito relato, María. Me ha recordado a mi princesa cuando llegó el príncipe, tal cual has descrito. Ahora están en fase de juegos y peleas, jeje.
ResponderEliminarEs uno de mis temores, que al crecer se distancien demasiado. Espero, deseo, estar haciendo las cosas bien para que eso no ocurra, y siempre cuiden el uno del otro.
Besillos!
Yo creo que si los padres y los madres potenciamos su relación, no tienen porque separarse. Yo tuve una época con mi hermana que nos matabamos vivas y no nos soportábamos. Pero al final nos hicimos inseparables. Un besillo.
EliminarMe encanta!!!! El jueves hablé precisamente de hermanos, son la sal de la vida, la razón de infancias felices...me ha gustado mucho. Feliz sábado.
ResponderEliminarLa verdad es que este relato lo escribí hace tiempo. Pero nunca pasa de moda, jejeje. Los hermanos son los hermanos.
EliminarUn besillo.
Hola María,
ResponderEliminarDejo también aquí (quizá es el lugar donde le corresponde) mi comentario a esta estupenda entrada, a raíz de tu post "2 años de Escritora Mamá, sorteo y novedades" del 3 de diciembre de 2016.
Decía que es éste un relato que resuma ternura y amor, en esta ocasión, fraternal.
Resulta muy emotivo y bello el repaso que haces desde que en la vida de Claudia aparece ese ser humano, esa hermanita que no imagina cómo puede llegar a estimar, hasta llegar a esa etapa adulta en la que se goza del fruto de la larga amistad y del amor entre dos hermanos (en este caso hermanas) y de la nueva generación que nos sigue (hijos y sobrinos) en ese largo camino que es la vida.
Un abrazo.
Muchas gracias por dejar tu huella por aquí. Esta entrada poco visitada te lo agradecerá.
EliminarUn besillo enorme.