23/12/14

Reflexiones navideñas

     Hoy, en medio de esta vorágine de la Navidad, en este momento de dar y recibir, quiero hacer una reflexión sobre el ser humano. 

     Para los que no se hayan dado cuenta aún, el ser humano es egoísta por naturaleza. Si amigos, somos egoístas y lo tenemos que aceptar. Aunque hay varios grados de egoísmo, en estas fechas se acrecienta más aún. Porque las personas no hacemos nada sin esperar nada a cambio, ya sea satisfacción personal o alguna otra recompensa. Hablando de esto, me viene a la cabeza un capítulo de la serie de "Friends", en el que una de las protagonistas intenta demostrar que esta afirmación no es real. No lo consigue.



     Y es que estamos rodeados de gente, amigos, familiares, conocidos, que en algún momento de nuestras vidas nos han demostrado su egoísmo. Existen esas personas que dan por hecho que tienes que hacer lo que ellos digan cuando ellos digan, y cuando no lo haces se enfadan. Esas personas que se les llena la boca diciendo lo poco que hacen los demás por ellos, cuando no se dan cuenta, ni piensan, en que hacen ellos por los demás.


     En estas fiestas, en las que todo el mundo habla de estar en familia y de compartir, es cuando más peleas familiares hay, y cuando menos compartimos nuestro tiempo.


     Me maravillo al pensar en ese pequeño mundo en el que personas dan su vida por otras. En ese pequeño momento en el que hacemos algo por los demás, a pesar de nuestro propio fastidio. A pesar del egoísmo del ser humano, hay pequeños destellos de empatía, pequeños momentos de abnegación. Momentos de vida que duran toda una vida. 


     Me maravilla cuando voy a llevar a mis hijas al colegio y veo a esos abuelos que van arrastrando de sus nietos pequeños o intentando alcanzarlos porque han salido corriendo, como los llevan al colegio ayudando a sus hijos porque están trabajando. Me encanta ver a esos mismos abuelos en el parque con sus nietos ofreciéndoles un rato de juegos que sin ellos no los tendrían.


     Un día tomando café con una amiga que no tiene hijos, me decía: "Yo me quedo con mis sobrinos cuando mi hermana me lo pide, porque aunque yo tenga planes los puedo cambiar a otro día, mi hermana no". Esas pequeñas cosas son las que dejan huella.


     Es de alabar personas que han aparcado su vida a un lado por sus padres que en ese momento los necesitan, y no se han dejado llevar por la comodidad de una residencia. Personas que trabajan de forma voluntaria para ayudar a personas que ni siquiera conocen. Personas que apenas llegan a fin de mes y compran comida para dársela a otros.


      Nos pasamos el día diciéndole a los niños que hay que compartir con los demás, y ellos son los primeros que nos dan ejemplos que ni siquiera vemos. Ellos son los primeros que se acercan a otro niño que está llorando para ver qué le pasa. Es raro ver a un adulto ofreciendo ayuda a una persona que llora. Ellos son los primeros que cuando algún niños se ha caído van a ver los que le ha pasado, sin reírse o pasar de largo.


     Cuando hablo del egoísmo del ser humano, hablo a pequeña escala, a pequeños momentos de la vida, en la que si fuéramos un poco más generosos la vida iría mejor para todos nosotros. Tú te sentirías mejor por dar y la otra persona por recibir.


     Antes de juzgar y enfadarnos deberíamos ponernos en la piel de la otra persona. Deberíamos de preguntarnos a nosotros mismos que aportamos a las personas de nuestro alrededor. Dejemos de mirarnos nuestro propio ombligo y miremos un poco a nuestro alrededor.




1 comentario:

Deja tu huella. Me encantaría leerla.

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