Mi cuerpo desnudo
era bañado por el sol, las olas del mar inundaban mis oídos de música, la sal
empapaba mi nariz. Allí tumbada sobre la arena, notaba cada minúsculo grano pegado
a mi espalda. Con mi mano izquierda cogía puñados y los dejaba caer, como si de
un reloj de arena se tratase, caían sobre mi ombligo llenándolo de lo que hasta
ahora estaba vacío. Inundándome de calor y de escalofríos al mismo tiempo. Una
brisa de aire me erizó la piel.
Me incorporé
mirando a los lados, una playa solitaria de arena blanca. Una playa entera para
mí, para mí y para mis sentidos. En un ligero movimiento de cabeza me di cuenta
de que no estaba sola. Unos niños jugaban y reían en la orilla. Se echaban agua
el uno al otro corriendo, gritando, disfrutando. Me sorprendí a mí misma
gritándoles:
- Tened cuidado
no os metáis mucho en el agua.
Una sensación de
desasosiego me interrumpió. Aquellos niños empezaron a andar hacía el mar, no
hacían aspavientos, simplemente andaban, andaban y se hundían en esas aguas
gélidas. No podía moverme, allí sentada los veía con sus sonrisas en la cara, mirándome
mientras sus pequeños cuerpecitos los devoraba el mar.
Les grite, les
grite perdiendo la voz por el camino. Mi garganta enrojeció, mis pupilas se
salían de las órbitas. Mis niños se ahogaban, mis niños se ahogaban. Entre
gritos me encontré mirando una sala blanca, mis niños no estaban, la calidez
del sol había sido sustituida por la luz brillante de una lámpara de neón. Mi
desnudez estaba pulcramente tapada con un camisón blanco. Y dos hombre me
sujetaban por los brazos mientras yo pataleaba, me retorcía, gritaba por mis
niños ahogados.
Un pinchazo en
el brazo y todo se veía mejor. Volví a mi playa, a mi desnudez. Y repetí mi
mantra una y otra vez “en la profundidad del invierno, finalmente aprendí que
dentro de mi yace un verano invencible”. Unos granos de arena bañaron mi
ombligo, y una sonrisa de placidez dibujó mi rostro.
Muy, muy grande tu relato, un mar de sensaciones, de la paz al horror y de vuelta a la paz, pobre mujer... Tremenda angustia aliviada por los fármacos... Y la frase del concurso es una pieza que encaja perfecta en tu espléndido puzzle.
ResponderEliminarUn abrazo María!
Me ha costado un poco encajar la frase, he de reconocerlo. Muchas gracias Edgar. Un abrazo.
EliminarHola Maria, me gustó como has alternado los momentos de placer y desasosiego de la protagonista. Es como un viaje en la montaña rusa; muy buen relato, la frase como mantra en una situación de desesperación me parece bien posicionada.
ResponderEliminarQue tengas un buen inicio de semana.
Muchas gracias Alejandra. A veces las malas sensaciones pueden venir acompañadas de momentos de consuelo. Un abrazo.
EliminarMe ha encantado como pasas del miedo desgarrador a la placidez del que se sabe a salvo. Un besín.
ResponderEliminarMuchas gracias Marigem. Un mundo interior en el que agarrarse. Un besillo.
EliminarMe ha encantado María Muchos besitos
ResponderEliminarMuchas gracias Mercedes. Me encanta haberte encantado.
EliminarImpactante relato, María. Superar semejante trance debe costar un mundo, y si no se tiene para pagar, una tiene que emigrar a pensamientos más felices alejados de la realidad. Me encantó!!
ResponderEliminarUn besillo de lunes :)
Debe de ser muy dfícil. Yo me alegro de no haber pasado por eso, porque no me puedo imaginar lo desgarrador que puede llegar a ser, por muchas veces que lo escriba. Un besillo Julia.
EliminarMucha angustia, vaya pesadilla más mala. Es tremendo, la imagen de los niños es muy impactante! Muy bueno María, un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias Ana. La verdad es que es mejor pensar que es una pesadilla, y que la realidad es el sol y la playa en solitario. Un besillo.
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