No sé
si alguna madre o algún padre se sentirán representados con la escena que voy a
contar hoy. Y es el momento salir de casa.
Aún
recuerdos aquellos días en los que tardaba media hora para arreglarme y salir,
sí, porque yo siempre he sido rápida en arreglarme. En esa media hora incluía
ducha, secado de pelo, pintura y arreglos varios, ropa, pendientes, bolso y a
la calle.
Ahora
tengo dos niñas pequeñas y las salidas son un poquito más complicadas. Por
supuesto la media hora de antes solo se dan en casos muy extremos en los que ya
tengo algo preparado del día de antes.
Comenzamos
momento de salir de casa. Recuerdo para los más despistados, que mis hijas
tienen 2 y 4 años (a punto de cumplir los cinco). Empiezo arreglándome yo,
mientras voy gritando a esas dos embobadas delante de una caja cuadrada:
-¡Vamos
niñas! ¡A hacer pipí y a lavarse los dientes!
Esto es
algo inútil en la mayoría de las veces, o no recibo respuesta, o alguna me
dice:
-
Espera un momento mami, cuando acabe este capítulo.
Sé de
sobra que cuando acabe ese capítulo vendrá otro que le guste más a la hermana,
así que vuelvo a repetir mi cantinela. A veces las dejo que acaben mientras yo
preparo su bolsa. Que aunque la peque ya no lleva pañal, sigo preparando bolsa,
ropa de repuesto, barrita para los chichones, agua, mucha agua, merienda, y
alguna que otra cosa que necesite, depende del momento del día.
Cuando
he acabado de vestirme y de preparar la bolsa, mis dos embobadas siguen sin
moverse del sofá. Cambio de táctica, y apago la tele. Consecuencia directa:
llanto al canto. “Qué solo le quedaban cinco minutos, qué ya iba,…” Todo ello
con ese soniquete lastimero que hace que me den ganas de salir corriendo y
dejarlas ahí viendo la tele.
Mientras
les preparo la ropa, consigo que se laven los dientes de aquella manera y que
hagan pipí. No sin las llamadas de rigor:
-
¡Mamaaaaaaaaaá échame pasta! ¡Mamaaaaaaaaaá límpiame!
Seguimos
y comienzo a vestirlas. La mayor quiere que la vista yo y la peque quiere
vestirse sola. Otra nueva pelea para conseguir que se vistan solas y que la
peque no meta una manga por la cabeza, o las dos piernas por el mismo lado del
pantalón.
Y luego
viene el momento zapatos, los zapatos de
mis hijas entran en un agujero negro difícil de encontrar. No consigo, por
mucho que lo intento que los dejen en el zapatero. Así que luego encontrarlos
es una odisea. Normalmente encuentran los que les gustan, que no suelen ser el
que les pega con la ropa que llevan. O terminan encontrando un solo
zapato. Al final mamá los termina
encontrando. Sí, aceptémoslo, las mamás son las que lo encontramos todo,
tenemos ese don.
Ya solo
toca peinarlas, y otra vez llamadas desde el cuarto de baño y las peleas de: “¡Yo
primera!, ¡Noooo, me toca a mí!” Cuando consigo tener una cabeza delante, la
empapo de agua y recojo la mayor cantidad de pelo que puedo en una cola. Nota
informativa: Mis hijas no tienen el pelo muy largo, pero sí mucha cantidad.
Por fin
es el momento de salir de casa. Cojo mi bolso y:
-
¡Vamos!
Pero
este es el mejor momento para pintar un dibujo para la persona que vamos a ver,
o simplemente para ellas, el mejor momento para jugar a ese juego que estaba
escondido debajo de la mesa, y con el que llevan meses sin jugar, pero que han
encontrado al buscar los zapatos.
Las
saco a rastras de casa y llega la nueva pelea, quién abre la puerta, quién sale
primera, quién le da al botón del ascensor,…
Así que
cuando vean a una madre o a un padre salir con cara desencajada de casa no lo
juzguen, piensen que detrás de esa cara, hay una preparación para ello. A veces
nos lo tomamos mejor, hay otras que nuestra paciencia está en modo off.
¡Vaya forma de empezar el día! Me sentí exhausto al terminar del leer como si hubiera hecho todo eso esta mañana. He visto a mis hermanas lidiando con el día a día de llevar a sus hijos e hijas a la escuela. Desde el "Levantáte, ya es hora de ir a la escuela" al "¡Te dije que metieras los crayones en el estuche!" yendo de "soy una madre paciente" a "¡Me voy a poner volver loca!" Sabes, siempre que voy en la calle y veo a una madre con tres mochilas en la espalda mientras intenta mantener orden en sus hijos (y que no se vayan a cruzar la calle) me pregunto: ¿Cómo pueden hacerlo? ¿De dónde sacan tanta energía? ¡Tanta fuerza! Supongo que eso es algo que sólo ustedes comprenden en algún nivel muy interno en sus mentes. ¿Cómo lo hacen?
ResponderEliminarSupongo que viene intrínseco cuando te conviertes en mamá. Lo heces sin pensar, porque sabes qeu tienes que hacerlo. Es como respirar. Supongo que visto desde fuera parece más difícil de lo que en realidad es. Un besillo y me encanta tu comentario. Conocer experiencias distintas te hace ver que no estás sola.
EliminarHe visto a mi madre muchas veces con el rostro casi desencajado por mi hermana y por mi, pero desde luego la perspectiva que me das apenas puedo recordarla.
ResponderEliminarUn aplauso para las mamás estresadas.
Supongo que esa perspectiva solo la pueden ver las madres, porque luego somos incapaces de decirles a nuestros apreciados hijos que estamos agobiadas. Porque eso se pasa con simplemente verles sus caritas.
EliminarMe he puesto un poco cursi.
Un besillo.