Estamos en carnavales, una fecha que a mí, personalmente nunca me ha gustado.
No me gusta disfrazarme, es algo que cuando lo he hecho ha sido por obligación
más que por ganas.
De pequeña cuando jugábamos mi hermana y yo a los disfraces siempre era ella la que se disfrazaba y yo la que la envolvía en la sábana de un estilo u otro. A veces yo caía en sus insistencias, pero eran pocas.
Y no es que no me guste por el sentido del ridículo, ni mucho menos, no me importa hacer el ridículo, de hecho lo hago a menudo, pero el buscar de que disfrazarte, visitar tiendas en busca de un complemento u otro, pensar de que vamos a vestirnos este años, todo eso no es para mí. Si viviera en Cádiz sería la única gaditana que no saliera disfrazada a la calle, o por lo menos no la más contenta.
Ahora le toca el turno a mis enanas, ellas son niñas, y como tales los disfraces conviven con ellas día sí y día también. Ellas adoran vestirse de lo que les toque, en Halloween, en Carnavales, en el día de la Paz, en Navidad, o cualquier día corriente en casa.
Y es a mí a la que le toca hacer los disfraces o ir en su busca. Buscar los complementos que van a llevar y elegirlos con cuidado, sabiendo que van a estar monas. Recorriéndome por todo Internet como hacer disfraces de esto o de aquello, o buscando la tienda más barata. Para mí un caos y un agotamiento.
Veo a esas madres aventajadas que de segundo nombre tienen costura y de apellidos imaginación y me corroe la envidia, porque yo no la encuentro.
Ahora toca Carnavales y ahí encontramos el dilema, fiesta temática en el cole o en la guarde. Aún no sé qué haremos, como nos disfrazaremos, eso sí he recopilado por mi casa para ver que me sirve, y en estos días me iré por las tiendecillas a ver que le encontramos a mi muñeca y mi dama medieval.
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