Oportunidades perdidas

                Fui a aquella fiesta totalmente ilusionada. Me habían dicho que tú irías. Me vestí para ti, me puse aquel vestido negro que me costó los ahorros de mil vidas. Empecé a dar vueltas por sí te veía. No te encontraba.

                Y después de medianoche escudriñando entre la gente, entre otras miradas, me encontré con la tuya. Llegaste tarde, envuelto en ese halo de seguridad. Saludando, besando a todos y a todas. Y yo allí mirándote desde el otro extremo. Viendo como te reías, como bailabas y como hablabas. Nos encontramos un par de veces, pero tus miradas fueron fugaces, lejanas. Un saludo con la cabeza fue lo único que recibí de ti.

                Decidí olvidarme, decidí ignorarte, no volví a buscarte en esa habitación gris. Baile, reí sonrisas amargas, hable con gente intrascendente. Pero tú seguías en mis pensamientos. No conseguí alejarte, y sin embargo lo hice. Cuando volví a buscarte, ya no estabas, te habías ido. Me habías dejado.

                Pasó el tiempo y ahora mis besos se los regalas a otra. Me muero de ganas de decirte que te voy a echar de menos. Finjo que no me gusta estar contigo. Y aun así no puedo evitar querer estar a tu lado.

                Una tarde en una reunión de trabajo te acercaste a mí, y en un susurro en el oído me dijiste:

                - Estabas preciosa con ese vestido negro.

                Nuestra incómoda postura se dilató en el espacio.  Me di cuenta de que perdimos la oportunidad, de que el tiempo se nos pasó de largo. De que ya no era nuestro, y a pesar de eso me descubro pensando en ti.