Me
levanté en mitad de la noche contenta y excitada. Estaba soñando contigo. Me
giré y ahí estabas tú, en los siete sueños. Parecías un bebé si no fuera por
los ronquidos.
Pensé
en despertarte y proseguir con mi sueño, pasé mi mano por tu espalda medio
tapada, un escalofrío recorrió tu cuerpo. Seguí tocándote despacio y
suavemente, a ver sí te movías. Pero nada, sabía que estabas cansado, y que
además al día siguiente te levantabas más temprano de lo habitual. Así que te
dejé dormir, e intenté hacer lo mismo, rápido por sí mi sueño quería continuar
por donde lo habíamos dejado.
Por la
mañana me levanté sin ningún recuerdo de aquel sueño. Intentaba acordarme, una
sensación de vacío me quedaba por no poder saber que hacíamos, y mi imaginación
voló. Llevé a los niños al cole y decidí desayunar contigo. Necesitaba verte,
deseosa de estar contigo.
Nos
pedimos las tostadas, mientras me hablabas de algo del trabajo. No te
escuchaba. Mi mente estaba nublada por completo. Te habías manchado de
mantequilla los labios, y lejos de decírtelo, paseé mi lengua por mis labios,
en el mismo sitio donde tú te habías manchado. Te paraste en seco y me miraste con
esa sonrisa que solo tú y yo sabemos que significa. Me acerqué a ti y
mordisqueé tu labio inferior. No me gusta la mantequilla, pero sí el sabor de
tus labios.
Tu mano
se posó en mi muslo desnudo, hoy llevaba faldas, y el calor de septiembre aún
no permitía llevar medias. Te dejé subir mientras besaba tus labios.
Un
carraspeo nos devolvió a la realidad. Tu compañero de trabajo estaba de pie
delante de nosotros observando la escenita.
-
Tenemos que volver. La reunión empieza en cinco minutos.
Te
levantaste corriendo, me diste un beso rápido y me susurraste al oído.
- Luego
seguimos donde lo hemos dejado.
Y ahí
me quedé yo, esperando a una mano que nunca llegó, y mirando tu culo mientras
se alejaba.
La
mañana me la pasé haciendo recados, pero todo me parecía sensual. Llegué al
banco y me encontré a una chica muy mona coqueteando con su compañero. Bueno,
lo que me parecía a mí coquetear. Una escena de papeles por el suelo y ellos
dos subidos a la mesa, se dibujó en mi cabeza.
Salí
del banco con los colores pintados en mi cara. Tenía que dejar de hacerlo. No
pensar en eso más. Hacía calor, así que paré a comprarme una botella de agua.
Me senté en un banco y saqué mi abanico. Empecé a abanicarme y a empinarme la
botella, y otra escena llegó a mi cabeza. Esta vez era yo la protagonista.
Sentada en el banco, con las piernas abiertas, dejaba mi melena caer hacía
atrás, mientras bebía de la botella y algunas gotas se derramaban por mi
escote.
Me
levanté de un salto y seguí con los recados, tenía que parar, me estaba
volviendo loca. La lujuria me estaba poseyendo.
Me fui
a casa a hacer la comida y a esperarte a ti y a los niños. Tú los recogías de
camino a casa. Llegaste y me mordiste la oreja, me di la vuelta para besarte en
la boca. Nuestras lenguas estaban deseosas de encontrarse con sus gemelas. Los
niños entraron en la cocina, y tal como vino se fue.
Empezamos
a comer, yo te miraba como masticabas, me parecía erótica tu forma de comer. No
podía quitarte los ojos de encima, y en más de una ocasión se me cayó la comida
del tenedor. Lo peor fue cuando te cogiste una manzana de postre. Me imaginaba
que era yo la que recibía aquellos bocados hambrientos, y no esa manzana verde,
sin vida.
Los
niños no durmieron aquella tarde siesta, así que no pudimos estar ni un segundo
solos. Te fuiste a trabajar y yo me los llevé al parque, necesitaban desfogar,
y yo estar en un ambiente donde el deseo estuviera lo más alejado de mí. ¿Y qué
mejor lugar que un parque? Lleno de niños correteando, llorando, y madres
quejándose de sus maridos y de lo poco que ayudan en casa. Todo lo contrario a
la lujuria.
O eso
pensaba yo, pero ese día todo me parecía erótico, miraba las hojas que
empezaban a caer de los árboles y la sensualidad de su movimiento me
desbordaba. Un hombre corriendo y sudoroso pasó por mi lado, y aunque no era mi
tipo, me quedé mirando como caían las gotas de sudor por su cuerpo, y te vi
allí, en nuestra cama, con las mismas gotas de sudor.
Volvimos
a casa, peor de lo que yo ya estaba. Bañé a los niños, hice la cena, y
llegaste. Cenamos rápido, con la esperanza de que aquella noche se durmieran
rápido. El cuento fue corto, el buenas noche fugaz. Cuando salí de la
habitación de los niños, tú ya me esperabas desnudo en el pasillo. Me
arrancaste las bragas y mientras nos besábamos como locos, en el silencio de la
complicidad, saciamos nuestros deseos.
Olé!
ResponderEliminarQué tensión sexual, y gracias a dIos, resuelta. Me estaba poniendo muy nerviosa.. digo...¿terminarán como se merece, no?
Muy bueno.
Besos.
Jajajaja, pues imaginate como estaba yo escribiéndolo, jajajaja.
EliminarPor lo menos han tenido un gran final.
Un besillo.
Hola María! He terminado de leer y me he quedado como una boba mirando a mi marido... ¡Qué erotismo, nena! Me encantó.
ResponderEliminarPues ya sabes, sí lo tienes cerca, ¡Ataca! Jajajaja.
EliminarUn besillo.
Bueno, tal como anunciaba a medio camino de pecados, iba a llegar hasta el final. Y fíjate qué bien y qué curioso, el último ha sido la lujuria (se me viene a la mente cierto encuentro casual que tiene ese mimbre...no avanzo más jaja), y aunque se ha hecho derrogar, ha sido saciado. ¡Buen recorrido por los pecados capitales!
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Ummm una pista de ese encuentro casual, me viene bien, jejeje.
EliminarMuchas gracias.
Un besillo.
Menudo día, pobrecita!! jajajaja. La lujuria queda perfectamente escenificada, todo se transformaba en trampolín para su desbocada imaginación... y al fin llegó el final de la espera y la satisfacción de todos sus deseos. Una historia que acaba muy bien, me ha gustado mucho (y seguro que a su marido también) ;)
ResponderEliminarBesillos de jueves, María!!
Jajajaja, sí le ha gustado a mi marido, aunque he de decir que no ha terminado de leerlo. Le quedó el final. A ver sí lo termina. Jejeje.
EliminarLa verdad es que la pobre pasó un mal día, pero tuvo su recompensa.
Un besillo Hermana de Letras.
Buen relato descriptivo y con dilatados tintes de erotismo. Un día que desde la mañana a la noche no faltó lujuria y entretenimiento. Vaya! que los dos debieron disfrutar.
ResponderEliminarUn abrazo María.
Sí por fin después de la larga espera, el disfrute llegó.
EliminarUn besillo.
Que sufrimiento Maria, el que espera desespera, especialmente en esas lides. Anduve en tensión y leyendo esto tan provocador. Tendré que apelar a algún héroe que me ayude, oh! Y ahora quien podrá defenderme? XD
ResponderEliminarJijijiji, seguro que has encontrado a algún héroe que te pueda defender.
EliminarUn besillo guapa.