13/1/15

¿Quieres una magdalena?

     Hoy voy a hablaros de mi hija pequeña de dos años, si esa que ahora solo sabe decir "yo sola", esa que está en esa fase de querer hacerlo todo sin ningún tipo de ayuda, esa que te grita y agarra la cuchara como si le fuera la vida en ello cuando intentas ayudarla. Esa pequeña que está en el yo constante.

      Pues esa pequeña está comiéndose una magdalena mientras yo la miro embelesada, si a veces hago esas cosas, y me ofrece su comida. Yo cojo su manjar y ella me mira y me dice algo en su idioma del país de me entero a medias, y yo intento descifrar ese lenguaje. Le ofrezco la magdalena y ella abre la boca gustosa. Quiere que se la dé yo.



       Y en ese momento millones de voces se agolpan en mi cabeza: "Tienes que fomentar que haga las cosas por sí misma", "la estás consintiendo", "hace contigo lo que quiere". De un manotazo las saco todas de mi cabeza, y me sumerjo en el placer de darle de comer a mi hija pequeña, a mi aún todavía bebé. Sé que me quedan pocas oportunidades como esta y no la pienso desaprovechar.


     Me pongo a pensar mientras ella come y yo me deleito y juego. Ella solo quiere que la cuide, solo quiere que esté ahí para ella. Y es que todo ser humano quiere ser mimado, quiere ser cuidado por sus seres queridos. Todos queremos sentirnos protegidos y amados. En los besos y abrazos, en los mimitos, en las cosquillitas por la espalda, por los brazos, en dormir abrazados, en las caricias, en los masajes, en las miradas,...


     Pues los niños no son menos, mis hijas quieren sentirse protegidas, quieren sentirse seguras y amadas, quieren que estés ahí para ellas, cuando me piden que las coja en brazos, cuando me piden que les dé de comer, cuando me piden,... bueno tengo que reconocerlo, a veces se aprovechan un poco de mí. Pero, ¿por qué no? Yo también lo hago. Porque sé que esta etapa se pasa rápida, porque sé que en dos segundos empezaran la adolescencia, y en dos segundos más ya no serán niñas, y se enfrentarán a los mismos problemas que cualquier adulto más.


     Así que si en algún momento de sus vidas las "consiento" más de lo que debería, eso que se llevan para afrontar ese futuro que les aguarda. Y si mi hija me pide que le dé una magdalena en la boca, yo gustosamente se la daré, porque a l fin y al cabo, con veinte años no me lo va a pedir, o eso espero. No me veo hablándole a mi hija en un restaurante, ella con veinte años y yo: "mi niña se va a comer está sopita, está muy rica, venga una cucharadita más", yo dulce y cantarina con cuchara en mano. No, no puedo imaginármelo.

  
      Se ha comido toda la magdalena de mi mano, ella tan feliz y yo igual. Las dos felices y no le hemos hecho daño a nadie. Estoy deseando que me vuelva a pedir que le dé yo de comer, aunque sé que no será muy a menudo.



4 comentarios:

  1. Yo a los míos los he consentido y eso les ayuda a sentirse queridos, protegidos y seguros y no me arrepiento en absoluto.
    Y desde luego, una buena ración de mimos de vez en cuando es algo bueno, y dejar que ellos elijan, que se sientan parte de la familia, mis padres lo hicieron conmigo y no quiero que lo que yo tuve y me hizo tan feliz les falte a ellos. Seguro que tus niñas se sienten muy queridas.
    Besos.

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    1. Ayyy tienes toda la razón. Además en este mundo que te dicen lo que tienes y lo que no tienes que hacer, que todo esta mal, es mejor dejar todo a un lado y darle mimos a nuestros hijos. Un besillo.

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  2. Hola María. Yo a mis hijos les he consentido y les consiento, porque ¿Qué es la vida sin mimos? Todos los necesitamos. Como bien dices, llega un momento en el que crecen y ya no te demuestran que necesitan ser consentidos,como mi hijo de 15 años, que cuándo le doy un beso de buenas noches él cree que yo pienso que está dormido y se deja, y sonríe.

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    1. Que tierno me ha parecido lo de tu niño. Me ha encantado. Yo me acuerdo que mi madre jamás me ha dejado acostarme sin darle un beso de buenas noches. Un besillo.

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