Bum bum bum bum
Los tambores
sonaban al unísono en un intento de fortalecer el ánimo de los soldados. Yo, de
pie entre todos aquellos hombres, dirigidos a la batalla. Armados con espadas y
escudos, y poco más. El dinero parecía escasear y las armaduras eran para los
caballeros y los de las primeras filas.
Yo estaba en
medio, en medio de aquel revuelto de mortales. Hombres fornidos, muchachos
barbilampiños, entre los que me encontraba yo. Mis músculos aún no se habían
formado, era enclenque, y si alguno de allí me empujaba con un solo dedo,
caería sin resistencia. La peste era
horrorosa, el sudor de hombres que no han visto el agua en semanas, el olor de
heridas mal curadas acercándose ya a la putrefacción.
Y el olor a
miedo, ese olor que solo yo desprendía. Miraba a los hombres cercanos por si se
daban cuenta, pero estaban demasiado concentrados en lo que tenían delante. Yo
no sabía lo que miraban. Yo solo veía cabezas y espaldas de otros hombres que
estaban igual de concentrados en mirar para adelante.
El sonido de los
tambores cesó, una voz lejana empezó a sonar por encima de los soldados. Yo no
oía nada. Se ve que el miedo me había tapado los oídos. Los hombres gritaron,
un grito de guerra, de mi boca salió un hilo de voz, el hombre de mi derecha me
miró, más con lástima que otra cosa.
Los hombres
empezaron a avanzar, mis pies se quedaron anclados en el suelo. Solo podía
recordar mi último día en mi casa, mi último día con Cateline. Jugábamos juntos
desde pequeños, y el día antes de irme, me dijo que me iba a dar mi regalo de
despedida para que volviera sano y salvo. Allí en el pajar, escondidos entre
los caballos, Cateline se desnudó dejando a la vista aquellos pechos hermosos y
turgentes. Tumbados entre la paja nos amamos. Fue rápido, casi un instante.
Ella se vistió y salió corriendo. Y a mí me dejó con una sonrisa estúpida y los
pantalones bajados.
Los empujones de
los hombres me devolvieron a la realidad. Los tambores ahora sonaban más
fuerte. Y yo seguía sin avanzar. Me gritaban que me moviera, me daban con sus
escudos. Por fin mis pies se pusieron en movimiento. Pero no donde tenían que
ir, se movían hacia atrás, lentamente, haciéndose hueco hasta llegar a la
última fila, y ahí me quedé parado. Ya fuera de aquella marabunta los observé
mientras se alejaban. Uno de ellos volvió la cabeza, no dijo nada, pero noté en
su cara el mismo miedo que me atenazaba. Pensé que se vendría conmigo, pero
empezó a correr con los demás hombres.
Yo hice lo
mismo, corrí, corrí hacia la libertad, hacia la vida, hacia mi querida
Cateline.
Me ha gustado mucho, de hecho te escriboooo mientras corrooo!!!!!!
ResponderEliminarJajajaja como me has hecho reír, de hecho, te escribo mientras rio...
EliminarDicen que en las guerras no hay vencedores ni vencidos. Quizá el que actúa con el corazón es quien vence... Si consigue escapar. ¡Que triunfe la cordura de unos pocos! Bravo María! Dejaste buen sabor.
ResponderEliminarGeneralmente las guerras son por cosas absurdas, mejor que triunfe el amor. Muchas gracias Miguel Ángel.
EliminarBrillante relato, los olores de la muchedumbre están tan bien descritos que te envuelven y te asfixian, la sensación de impotencia de ese muchacho y su breve regresión hacia el amor y el deseo, lo devuelven al lugar donde no quiere permanecer, le inundan las ganas de vivir y correr hacia la libertad. Una estupenda escena con carisma y vida propia. Se oyen los tambores al compás de los soldados y entre todos ellos, el protagonista, inmerso en otras cuestiones de la vida, mucho más sugerentes que la batalla. Me ha encantado.
ResponderEliminar¡Abrazo, Compi! ;)
Me alegro de que te haya gustado. Me encanta describir los olores, será porque siempre me evocan algo. Y saber que han llegado al lector, me gusta aún más. Gracias Compi.
Eliminar¡María! ;)
ResponderEliminarLlevo la Épica tatuada en el Corazón desde que era una Enana y veía Xena ;P A medida que fui creciendo me di cuenta que una Batalla solo tenía de Épico las Bandas Sonoras a lo Power Metal que mi Imaginación entonaba en mi Mente mientras devoraba libros sobre Guerreros...
¡Me encanta tu Relato! Porque es Épico y, al mismo tiempo, tiene es punto real que casi nadie nunca cuenta, ese Miedo que te debe recorrer el cuerpo cuando te encuentras en medio de guerreros brutales, feroces, cuyo única opción es la Muerte, la suya, o la del Enemigo, pero Muerte al fin y al cabo... No soy de las retirada, sin embargo, me ha encantado ese Final... Hay algo en Él que me ha resultado de lo más tierno... Y ha sido que la Libertad tenga nombre de Mujer, de Amor... *-*
¡Besines!
Ay a mi también me gustaba Xena, y también veía Hercules, pero no me gustaba tanto. El amor siempre debería prevalecer ante todas esas atrocidades. Un besillo preciosa.
EliminarSi en las guerras hubiera más desertores no tendríamos que lamentarnos de tantos desastres!! Impresionante, eso sí es un gran acto de valor!!! Un besote
ResponderEliminarLa verdad es que sí, pero los gobernantes saben exactamente como aprovecharse del pueblo llano. Así nos va. Un besillo guapa.
EliminarLa descripción de lo que debe ser el caos y el horror de la guerra para un muchachito convertido en guerrero improvisado me pareció excelente.
ResponderEliminarNo ´se si es una metáfora que no he pillado o te liaste porque venías de un maravilloso párafo sobre olores, pero justo debajo de lo que menciono dice "El olor de los tambores cesó".
Es un relato delicioso y el final es magnífico (Pobre chico si llega a caer en un relato mío jejeje).
Jajajaja antes de nada. Muchísimas gracias por avisarme del error. No era ninguna metáfora. Ya está corregido. Y mira que lo leí mil veces antes de colgarlo, pero bueno supongo que siempre se nos puede pasar algo.
EliminarUy no sé yo como acabaría el pobre muchacho en tus manos. De todos modos, si lo quieres te lo presto para que sigas su historia. Un abrazo.
Qué terrible ha de ser esa sensación de miedo atroz antes de un combate, lo he pensado muchas veces. Yo creo que haría como tu protagonista, correr en sentido contrario...
ResponderEliminarMuy bueno el relato, María, muy original y bien narrado. Me ha gustado mucho!
Un besillo, que tengas buen finde :)
Yo creo que también, no me considero una guerrera para nada. Yo me veo más bien viviendo tranquilamente en una corte leyendo libros y bordando. O viviendo en la plebe teniendo hijos como una loca, pero en la batalla seguro que no. Jajaja. Un besillo y feliz finde.
EliminarMe ha gustado tu relato María.
ResponderEliminarCon frecuencia contemplando en películas esas batallas épicas, he pensado en el miedo de esos hombres que luchan a veces sin saber ni siquiera el por qué..
Me ha parecido valiente tu protagonista escogiendo la vida, aunque me entra la duda de qué pasará cuando llegue a su pueblo. Ir contra corriente siempre es difícil y en este caso aún más.
Feliz domingo
No sabemos lo que le pasará a ese muchcacho, pero me gustaría pensar que junto a Cateline escapa, y viven su amora eternamente. Un besillo.
EliminarMuy bueno, María. Me llevaste por los sentimientos y los recuerdos del protagonista.
ResponderEliminarTerrible lo joven que era y lo cerca que estuvo de morir en batalla, y más terrible es que tu relato no es de fantasía.
Ojalá que logre escapar y se reencuentre con Cateline.
Un abrazo.
Seguro que sí que escapa, o eso me gustaría pensar a mi, aunque quien sabe, los desertores nunca son bien mirados en ninguna época. Un abrazo.
EliminarSorprendente final. Sin ser un final sorpresa, es un final con empaque, que hace pensar y se escapa del tópico. Me gustó mucho eso.
ResponderEliminarMás de uno seguro que hizo lo mismo, con más o menos suerte. Muchas gracias Alejandro.
EliminarEso mismo deberían haber hecho todos. Un beso María
ResponderEliminarNo te creas, seguro que más de una se dio a la fuga. Aunque no sé cual fue su suerte después. Los desertores nunca han sido muy bien vistos. Un besillo.
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